Hasta siempre, Trillo

La semana pasada, la noticia cayó como un jarro de agua fría. Nos pilló a todos desprevenidos. De sorpresa.

Carlos había muerto. IMPACTO TOTAL.

Rodeado de adolescentes en un viaje de estudios, la cosa resulta más grotesca. No te da tiempo a la tristeza. De eso no entienden las criaturitas de Dios.

A lo largo de la semana, ha habido homenajes y panegíricos de todo tipo. Pero no por ello, uno va a ser menos.

La foto que preside la entrevista en Tebeosfera

He crecido con sus cómics. Leer de chico “El último recreo”, las famosas “Puertitas”, “Basura”, “Alvar Mayor”, y tantas otras historias, te tiene que acabar rompiendo la cabeza. Más aún cuando uno quiere ser a toda costa -cosa que aún no hemos conseguido profesionalmente- guionista del copón. Él era un referente real y en castellano. Algo que lo hacía más cercano si cabe.

A eso le añadimos que me descubrió, gracias a su ficha en “La historia de los cómics” de Toutain, al archiconocido Oesterheld, y se puede entender que mitificara en cierta manera su figura. Que tuviera un puesto de honor en el altar de mis guionistas de todos los tiempos.

No es de extrañar que en mi segundo viaje a la Argentina, en el 2008, me entusiasmase cuando Agrimbau me ofreciese la oportunidad de conocerlo en persona. ¡A Carlos Trillo, joder! Pasaban las imágenes de sus viñetas por mis ojos.

El caso es que fuimos hasta Vicente López. Nos invitó a comer y todo. Pero (porque siempre hay peros) la sensación fue agridulce. No el mal sentido. Después de hablar con el “maestro” no sabía hasta que punto me había tomado el pelo.

“Sós el guionista fantasma, galleguito” me soltó. Claro. Le conté lo típico de diez años con el mismo guión. Con la historia sobre Oesterheld. Sobre el anterior viaje del 2003 cuando trabé amistad con Die, Lau, Dante, los bañaderos… Cuando me documenté hasta la saciedad. Los tres guiones mandados a la mierda.

En el estudio de Vicente López

Y él lo resumió así. “¿Por qué no hacés otra cosa?”. “¿Por qué no hacés un guión de terror?”. Y volvía a mirar a Diego, muerto de risa. “¡Diez años, Agrimbau!”. “¡Diez años!”. “Sos el guionista fantasma”.

Luego vino el tema de continuar la entrevista que le hice para Tebeosfera (en http://www.tebeosfera.com/documentos/textos/nueva_semblanza_entrevista_con_carlos_trillo.html o bien acá Entrevista con Carlos Trillo) y va y me espeta: “Sí”. “¿Leíste Neferú”. Y yo, que me había preparado el tema con prisas y corriendo, sumido en dudas. “No”. “Digo: sí”. “Digo: no”. “Digo: me lo descargué”. Sentenciado. Con su medio sonrisa picaresca siguió a lo suyo: “Agrimbau, no se leyó a Neferú, el gato”. “Terrible”.

Doy fe de que se lo pasó de lo lindo. ¡Ja!

Pero es que Carlos era así. En el tiempo que lo conocí desde entonces, lo quiero recordar como alguien con un sentido del humor destornillante, alguien amable, que atendía y daba consejos a cualquiera aunque no lo conociera ni por oídas. Bueno, mucho lo aprendí de sus conversaciones con Die (imagino que sentirá mucho la pérdida): se pasaban álbumes propios; compartían dibujantes; iban en la misma onda… Y yo ahí agazapado, atento a meter baza, dispuesto a decir algo pero no a cargarla otra vez en plan Neferú. Como un auténtico fantasma que de vez en cuando lanzaba algún que otro bramido…

La última vez que lo vi estaba reciente su publicación junto a Luca Varela de “El síndrome Guasavino”. Fue una comida linda, entre amigos.

Al final, cuando todos nos despedíamos me dio un abrazo con un sonoro “vuelve pronto, pìbe”.

Quién iba a pensar que ciertos momentos ya no vuelven…

Descansa en paz, Carlos. Un fuerte abrazo.

P.D. Dejo colgado el homenaje de Maicas y Bernet.

Deja un comentario